domingo, 21 de febrero de 2010
Amor oxidado de un recuerdo abandonado
Aquel día todo a su paso parecía destilar podredumbre, incluso los arboles se movían con mas alegría. No había nada que celebrar, tampoco nada que comentar, estaba vacío, y no hay mas.
Pura simbiosis con la vanidad humana, me convertí en el sudor de los desdicha y señor de los moribundos.
Aquel día. Aquel día el frío me calaba de otra manera, el viento recurría a mis fronteras, sin atreverse a rozar mi cara.
En algún momento, de entre aquellas horas que sembraban paranoia sentí al mundo,al mundo en deuda conmigo.
Sibilina, ahuyentada; fragmentada y diluida, sangre que no corría, sino brotaba, no estaba viva, sino muerta, ni siquiera respiraba. Tinte dulce de corazón amargo, donde el ácido nace, y fluye, donde la locura permanece sobre la cordura y termina la razón.
La tierra se reblandecía, la naturaleza agonizaba. En ocasiones lo corriente se aleja de lo privado para pertenecer a lo evocado, lo extraño, lo sin sentido, y aun así, tan divertido... En ese momento el orden natural de todas las cosas se ve desordenado, y el juicio espiritual de todo cuanto hiciste juega con el gemido de la venganza, cobarde y justa, estrambótica también.
Aquel día relucía exultante, rencoroso, incluso amable. Mis manos no respondían, tampoco mis piernas andaban como debían.
Aquel día quise desaparecer y no pude, entonces, decidí hacerla desaparecer a ella, dejar de amarla.
A.G.G.
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