viernes, 25 de diciembre de 2009

El loco de la colina

Aquella noche escuché una canción que lustró mi espíritu, y me puse una camisa recien planchada. La magia de aquel momento
se introdujo en mi mundo y decidí comenzar a cantar, me quité los zapatos y salí a la calle.

El sol daba vueltas a la tierra mientras yo cantaba por las esquinas, y mis pies, pisaban la acera con más fuerza que nunca,
dejé de escuchar la música pero aquella canción seguía sonando en mi cabeza; Bailaba y cantaba, cerraba los ojos y las
luces que siempre habían estado allí comenzaban a intensificarse. Con una mano en la barandilla y otra sobre la pared
bajé las escaleras que conducían al paraíso. Firme en mi camino y esquivando la inmensidad de la muchedumbre mediocre
logré alcanzar mi destino, y allí, mil voces hablando perfectamente claro dentro de mí, la luz que iluminaba aquel momento
también iluminaba mi alma, álgida y hercúlea entre las demás y sobre un pedestal de marmol tallado.

Ahora nadie me escucha, La locura de mi razón embriaga el oxigeno del aire.

A.G.G.

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